miércoles, 7 de abril de 2010

Patología del afecto a las mascotas. Mimar a tu perro es perjudicial...

sábado, 3 de abril de 2010

El perro ladrador es un problema serio para muchos propietarios de mascotas y sus vecinos

El perro ladrador

El perro ladrador es un problema serio para muchos propietarios de mascotas y sus vecinos. Aunque todos los perros ladran o hacen algún otro ruido de vez en cuando, sólo algunos lo hacen en momentos y situaciones inapropiadas. Estos últimos, los perros ladradores, pueden interrumpir el sueño, crear conflictos con los vecinos, dificultar las labores de casa y causar mucho estrés a sus propietarios.

Sin embargo, no todos los ladridos son inapropiados y en algunas ocasiones puede ser muy útil que tu perro ladre. Por ejemplo, puede ser útil que tu perro ladre para avisar que hay extraños merodeando afuera de la casa o para avisar que quiere salir a hacer sus necesidades.

Por otra parte, si vives en una quinta en el campo, quizás no te moleste que tu perro ladre por cualquier razón y, al no tener vecinos muy cerca, no tendrás problemas.

Con los artículos de esta sección podrás evitar que tu perro se convierta en una máquina de ladridos y tratar con perros que ya han adquirido el hábito de ladrar constantemente o por cualquier razón.

Antes de modificar la conducta de un perro que ladra constantemente, debes determinar en qué situaciones es aceptable que el perro ladre y en qué situaciones debe permanecer callado.

Por otra parte, es importante que conozcas qué razas de perros son más proclives a los ladridos y qué razas son menos ladradoras en promedio. Si todavía no ha adquirido a tu cachorro, es bueno que investigues bien las razas que te interesan y puedas decidir si deseas una raza con tendencia a los ladridos o una raza menos ruidosa.

Situaciones en que es aceptable que el perro ladre

Las situaciones en las que es aceptable que el perro ladre dependen de cada caso en particular. Hay gente que no tiene inconveniente con que sus perros ladren y tampoco tienen vecinos que se molesten por ello. Pero también hay personas que no soportan a un perro ladrador, o que tienen vecinos que no soportan los ladridos.

Por otra parte, muchos perros son adquiridos para cumplir funciones en las que tienen que ladrar. Por ejemplo, los perros de guardia y algunos perros de caza tienen que ladrar para alertar de la presencia bien de extraños o bien de la presa.

Algunas situaciones en las que puede ser apropiado que el perro ladre son:

  • Cuando el perro avisa de la presencia de extraños. En este caso es el típico perro guardián.
  • Cuando el perro intimida a algún malhechor. En este caso el perro actúa como una herramienta para prevenir confrontación. Muchos perros de policía son usados de esta manera.
  • Cuando es un perro de caza que indica que ha encontrado el rastro.
  • Cuando detecta riesgos que los humanos no notamos con facilidad, como la presencia de víboras en pajonales altos.
  • Cuando el perro pastor debe guiar rebaños y el ladrido le ayuda a intimidar las ovejas o a las vacas.
  • Cuando amenaza. Esta amenaza indica las intenciones agresivas del perro y, gracias a ella, se pueden evitar mordeduras. Por eso es importante no intentar eliminar el ladrido en situaciones de estrés.
  • Cuando el perro juega. En este caso es una conducta natural que forma parte del aprendizaje del perro.

Situaciones en que no es aceptable que el perro ladre

En muchas otras situaciones, no es apropiado que los perros ladren. Éstas son situaciones en las que los ladridos causan estrés y conflicto entre personas. Cuando esto ocurre en algunos países, los vecinos afectados acuden a las autoridades locales para que se hagan cargo del problema y pueden incluso decomisar al perro. En otros países donde la legislación no contempla tales escenarios, muchas personas simplemente envenenan a los perros ladradores.

Algunas situaciones comunes en las que el ladrido de los perros resulta inapropiado pueden ser:

  • Por las noches cuando la gente intenta dormir.
  • Cuando el perro se queda solo en casa.
  • Ladridos a los niños que juegan o corren cerca. Esto puede causar que el perro sea catalogado como "perro peligroso", aún si los ladridos son amistosos.
  • Cuando el perro ve a través de la ventana cualquier cosa que se mueve.
  • Cuando el perro viaja en automóvil.

Razas caninas ruidosas y silenciosas

Aunque el adiestramiento del perro tiene mucho que ver con cuán ladrador es, la genética también juega un papel importante. Esa es una de las razones por las que es importante elegir bien la raza antes de adquirir un perro. Las razas ladradoras siempre serán ruidosas, así que sus propietarios deben asumir que tienen un perro que nunca será muy silencioso.

Entre las razas más ruidosas se encuentran:

Por su parte, entre las razas más silenciosas se encuentran muchos perros independientes y que suelen ser tranquilos (aunque hay excepciones). Algunas de estas razas son:

Artículos sobre el adiestramiento del perro ladrador

A PERRO LADRADOR... BISTURí. ES LA CORDECTOMIA

A PERRO LADRADOR... BISTURí.
ES LA CORDECTOMIA, la extirpación de las cuerdas vocales de las mascotas. Sus dueños dicen que así evitan las protestas de los vecinos, pero para muchos veterinarios esta práctica, prohibida expresamente sólo en Cataluña y Andalucía, es propia de nazis. ANA GIL

foto: veterinarios de la clínica de Juan Tamarit en el quirófano de las amputaciones. / BENITO PAJARES

Una mesa de operaciones con dos hojas metálicas en forma de uve permite colocar al animal en posición. En unos minutos tiene el cuello afeitado, listo para el tajo. Su suerte ya está echada.Todo parece ordenado, pulcro, aséptico, propio de un país civilizado.El material quirúrgico está a mano sobre una pequeña repisa metálica cubierta con una sábana verde. Los veterinarios Juan y Amalia Tamarit, padre e hija, ejecutan su trabajo con profesionalidad y determinación. Una incisión conduce el bisturí hasta la garganta.Al final, zas, y adiós a los ladridos. Amputación. Silencio.

Chalé de Chelo San Feliú en Náquera, Valencia. Perros y gatos campan a sus anchas, y ella feliz entre ellos. La mujer, comercial de profesión, lleva siete de sus 36 años entregados a la causa de los animales (es voluntaria en la Protectora de Animales San Antonio Abad de Picassent). Todo parece idílico, pero una extraña nota discordante enseguida perturba la escena: los perros de Chelo no ladran. Los perros de Chelo pasaron por esa mesa de operaciones con dos hojas metálicas en forma de uve. Les cercenaron su habla. Mudos para siempre.

Cuando, a principios de semana, a CRONICA llegó el rumor-denuncia de que en España se estaban cortando las cuerdas de la voz a perros para que no ladraran, nunca creímos que terminaríamos la investigación con un veterinario dando la cara abiertamente y una activa defensora de los animales mostrando sus silenciosas mascotas mutiladas. «Ni sangraron ni nada. Tampoco sufrieron depresión ni les cambió el carácter. Y dejaron de molestar a mis vecinos», intenta explicarse Chelo mientras acaricia a su manada.

¿Acaso no está prohibido, como pensamos la mayoría, amputar de esta manera a priori brutal a animales sanos? Las primeras llamadas fueron a asociaciones protectoras de animales y a clínicas veterinarias.«¿Cordectomía a perros aquí? No, eso es una barbaridad. Ningún veterinario con un mínimo de ética se prestaría a tal cosa...».Más lejos aún va Carlos Rodríguez, veterinario y director de la revista Mascotas. El término que él utiliza para calificar la práctica a la que se prestan algunos de sus colegas no deja lugar a dudas: «Nazi». Y añade: «El animal sufre una alteración irreversible y empeora su calidad de vida. Imagínate, es como si alguien no quiere que tú te muevas tanto y te corta las piernas...Nazi, ya te digo».

¿Pero, además, es ilegal?, insistimos. Sólo está expresamente prohibido en Cataluña (artículo 5e de la Ley 22/2003 de Protección de los Animales) y en Andalucía (artículo 38 c de la Ley 11/2003 de Protección de Animales ). En el resto de las Comunidades Autónomas, todas con competencias sobre sanidad animal, la práctica es sancionable sólo si se lleva a cabo sin control veterinario.

Roto el silencio que ocultaba hasta ahora esta cuestionada práctica (en EEUU y Australia se realiza sólo con orden judicial), el debate está servido. La sección de las cuerdas vocales del animal impide que vuelva a emitir ladrido alguno, aunque con el tiempo terminan pudiendo emitir una especie de quejido. Pero sobre todo, y aquí está el origen del problema, libera a sus propietarios de continuos conflictos con el vecindario por los molestos ladridos.

Blanca y Peque son de raza cruzada. Indi es la joven. Y Zoe, una corpulenta pastora belga, la jefa de la manada. Son los cuatro perros mudos de Chelo. Comparten chalé con piscina y dueña con otros tantos canes y cuatro gatos más. Si éstos se salvaron del bisturí, explica la propia Chelo, es porque no vivían con ella cuando se divorció de su marido. Dice que fueron momentos tan difíciles que las cuatro mascotas con las que convivía no paraban de ladrar, como si detectaran la tensión del ambiente. Y los vecinos empezaron a presionar, sobre todo uno. Su primera iniciativa fue comprar collares antiladrido, pero no dieron resultado. «Un vecino amenazaba bastante y si me hubiera denunciado, a mis perros se los habría llevado el Seprona de la Guardia Civil. Decidí, aun consciente de que era drástico, operarles de las cuerdas vocales».

La historia empieza a ser más que repetida. Elisa, que regenta una tienda de decoración en El Puig (Valencia), tiene la suya propia. Boli, su yorkshire, fue víctima de la cordectomía cuando era un cachorro, antes de que cayera en sus manos. Ahora cuando intenta llamar la atención de su dueña, el perro lo hace con un quejido apagado. Da pena. ¿Pero por qué lo mutilaron a tan temprana edad? La explicación adquiere tintes surrealistas: Boli formaba parte de una ruidosa camada de yorkshire cuyo propietario, que los criaba en un chalé para venderlos, decidió silenciarlos a todos convencido de que de lo contrario sus ladridos guiarían a los ladrones de perros de la zona hasta el criadero.

En un país con cada vez más mascotas compartiendo viviendas, ¿es de verdad hoy el perro -los hay en el 10% de las casas españolas- el mejor amigo del hombre? Mientras se multiplica la venta de collares antiladridos (la mayoría, con sistemas de pequeñas descargas eléctricas que disuaden al animal de ladrar), aumenta silenciosamente el número de propietarios de animales ruidosos que deciden cortar por lo sano. El prestigioso veterinario valenciano Juan Tamarit reconoce que lleva realizadas ya una decena de cordectomías a perros en los últimos cinco años, a razón de 250 euros la intervención.Una única razón, dice, le ha movido a convertir a esos perros en animales sin voz: las molestias y problemas que causan a los vecinos. «Muchos veterinarios no quieren hacerlo y lo entiendo, pero, a veces, es el último recurso para evitar el sacrificio del animal cuando se producen denuncias de los vecinos y ni el ayuntamiento ni las perreras ponen solución», dice su hija Amalia.

Conocedores los Tamarit de que la legislación valenciana es ambigua, de que lo que hacen «no es muy ético», lo cierto es que nunca nadie les ha denunciado por sus intervenciones de «acceso con laringotomía». También para ellos la amputación de animales sanos es sólo la solución final. Antes de llegar a ella aconsejan «otras técnicas, como los collares de olores o de descargas eléctricas».Y una satisfacción más que les reconforta: «Los dueños siempre quedan contentos. Lo único, claro , es tener que acostumbrarse al sonido apagado y afónico de sus perros». Con información de Antoni Rubio



Comentarion del blogger: "Las comparaciones son casi siempre odiosas". ¿Nazis por solucionar un problema con unas mascotas? Los perros no son personas y menos de raza judía. Esa comparación parte de un supuesto falso: poner al mismo nivel a persona y perros. Los perros son animales de compañía concebidos con unos fines muy concretos...

El perro del vecino ladra

Intervenir personalmente para calmar al perro del vecino

Cómo convencer a tu vecino para que calle a su perro ruidoso.
En esta sección te presentamos estrategias que puedes usar para convencer a tu vecino de que se haga responsable de su perro.


Emisor remoto de Sonido, free- standing y otros aparatos antiladridos
Esta sección describe un tipo de aparato que podría serte de utilidad, puedes ponerlo en tu patio y con cada ladrido automáticamente disparará sonidos exasperantes hacia el perro o los dueños del perro


Esta pagina es el índice de la sección El perro del vecino del sitio perrosladran.net

Perros ladradores. ¿ Cómo evitar que tu perro ladre demasiado?

Perros ladradores Como evitar que tu perro ladre demasiado [www.portaldog.com]
¿Por qué un perro ladra en exceso?

El ladrido es la forma más evidente que tu perro tiene para comunicarse. Así expresa sus sentimientos: cuando esta enojado, feliz o nervioso; cuando quiere jugar, llamar la atención o sentirse acompañado; o cuando necesita reconocimiento.
En ocasiones, el perro no encuentra límites y ladra todo el tiempo. Si esto sucede, lo primero que debes saber es que lo hace inconscientemente. Por ello, necesita que le enseñes límites de comportamiento.
De acuerdo a la forma en que lo eduques, tu perro forjará un tipo de personalidad. Si lo reprimes con violencia, puede reaccionar violentamente o, por el contrario, volverse temeroso. Si lo enseñas con juicio y criterio, te responderá de la misma manera.
Cuando un perro ladra en exceso, no es fácil descubrir lo que le ocurre. Hay que darse el tiempo suficiente para observarlo y determinar las causas. Pero te aseguramos que vale la pena, pues así lograrás una buena convivencia.

Algunos casos con sus posibles soluciones:

1. Falta de actividad
Causa: Falta de actividad.
Remedio: Mucho ejercicio, con regularidad.
Tu perro ladra como una forma de liberar energía, sobre todo si vive en un espacio reducido. Para evitar que sus ladridos se vuelvan incontrolables, es recomendable que realice una actividad física.
Dos sesiones de caminata o de juego al día bastarán para tranquilizarlo.

2. Angustia
Causa: Exceso de angustia o nerviosismo.
Remedio: Una terapia ocupacional.
Tu perro puede ladrar por sufrir de una gran angustia (lo que se conoce como "ser muy nervioso"). Para eliminar este problema, deberás brindarle una terapia ocupacional. A tu mascota le será difícil ladrar si esta mordiendo un hueso o un juguete.

3. Soledad
Causa: Soledad.
Remedio: Hazle sentir que estas con él.
Tu perro puede ladrar para llamar la atención. Esto sucede principalmente cuando se queda solo. Para evitar este problema, recurre a objetos que tu mascota muerda o huela. Antes de salir, frota tus manos contra el objeto preferido de tu perro. El aroma que dejes lo hará sentirse acompañado.

4. Baja estima
Causa: Baja estima.
Remedio: Reconocer su labor en casa.
Tu perro puede ladrar como una necesidad de que lo reconozcas.
A veces, un simple elogio lograra apaciguarlo. Quizás haya momentos en que el perro trate de comunicarte algo. Cuando lo entiendas y así se lo hagas saber, probablemente se de cuenta de que puede dejar de ladrar.

6. Juegos de poder
Causa: Establecer juegos de poder.
Remedio: Autoridad.
Tu perro también ladra como una necesidad de observar los propios límites de poder en relación al espacio donde vive. Esto puede ocasionar que siga ladrando aun cuando tú lo hayas atendido. En ese momento, es necesario que digas "Silencio!!!!!" con mucha fuerza, pero sin gritar. Si el perro deja de ladrar, elógialo efusivamente.

7. Falta de motivación
Causa: Falta de motivación.
Remedio: Premio por el silencio.
Si tú premias al perro cuando guarda silencio, lo que estas haciendo es alejar de su mente el ladrido y enseñarlo a que es mucho mejor estar callado.

Lo importante en estos casos es tomarte el tiempo necesario para observar a tu perro y tratar de descubrir la o las causas de su ladrido excesivo.

Crisis de ansiedad cinofóbica

El otro día tuve que padecer una de las situaciones más incómodas para mí.
Tuve que soportar la presencia amenazadora de un enorme perro saltando y corriend
o descontroladamente a mi alrededor y, para más INRI, ladrando con voz atronadora.
A duras penas contuve mi irritación y mis deseos de huir de allí y mantuve el tipo como pude. Aunque mi mente buscaba una salida no la había más que tratar de tranquilizarse y esperar el cese del estímulo aversivo...
Quien no padezca fobias o haya experimentado nunca este tipo de estrés no sabe a lo que me refiero. Y lo malo es que el sufrimiento se reproduce cada vez que la memoria retorna el suceso al momento presente.

jueves, 1 de abril de 2010

...entre los muchos chuchos y las larguísimas correas, ocupan la acera entera y la convierten en una trampa mortal para los transeúntes sin bicho.

Escenas de efímera exasperación I y II. JAVIER MARÍAS. EL PAIS SEMANAL - 07-03-2010
Escena primera. Se habrán dado cuenta de que las personas que están delante de uno en cualquier tipo de cola tardan siglos en solventar sus asuntos. Si es la de un cajero automático, se pasan larguísimo rato desentrañando los diferentes pasos que hay que dar para algo tan simple como sacar dinero o consultar un saldo, como si siempre fuera la primera vez, o bien llevan a cabo infinitas operaciones distintas, una tras otra, hasta el punto de que uno se pregunta si estarán confundiendo la pantalla con la de un vídeojuego o con el panel de una máquina tragaperras. Cuando por fin le llega a uno su turno, tarda pocos segundos en hacer lo que se proponía. Aquí cabe la duda de si medimos injustamente el tiempo propio y el de los demás, el de la actividad y el de la espera. La duda se disipa cuando uno decide intercalar otro recado y regresar más tarde, y a menudo se encuentra con que el sujeto que bloqueaba el cajero todavía permanece allí, como si estuviera ante un jeroglífico.
Escena segunda. Lo mismo, pero agravado, ocurre en la cola de una agencia de viajes o de cualquier taquilla. Parece que quienes lo preceden a uno empiecen a pensar en el recorrido que desean efectuar, en el día, la hora y el medio de locomoción, sólo una vez que ya están en la agencia o en la estación. Le llegan a uno retazos de disquisiciones sin fin, de dudas existenciales que se podían haber resuelto en casa, de perplejidades cuando la persona en cuestión se entera, allí mismo, de que a Tenerife es imposible llegar por ferrocarril y cosas por el estilo. Yo he visto tirar de mapa a las empleadas, desplegarlo ante los ojos del cliente e intentar demostrarle que entre Barcelona y Mallorca hay mar.
Escena tercera. En todas partes, y en las tiendas no digamos, existe un tipo de comprador particularmente sádico. Es aquel que va anunciando que ya está a punto de terminar sus gestiones: “Y, por último …”, suele decir. Cuando oigan eso, desesperen, porque es siempre mentira. A quien eso proclama es seguro que aún le quedan tres o cuatro consultas más. Otra modalidad es la del individuo que, cuando ya ha acabado, ha pagado y parece que se dispone a marcharse, se acuerda de algo más: “Ah, y deme también una goma de borrar”. El de la papelería busca gomas, el cliente duda, por fin se decide por una, aquél se la envuelve, se la cobra aparte, y, cuando uno cree que todo ha concluido de veras, el sádico añade: “Ah, una cosita más …” Y cuando esa cosita más ha sido servida, y envuelta, y cobrada, el torturador todavía preguntará dónde queda una calle, o dónde puede encontrar sandías por la zona, o cualquier otra cosa que ya nada tenga que ver con la tienda en cuestión. Me alegro de no portar armas normalmente, porque a estas alturas ya estaría cumpliendo varias penas por homicidio.
Escena cuarta. Lo normal es que toda compra o gestión se vea además interrumpida y alargada por un par de llamadas telefónicas, que el dependiente, cajero del banco o taquillero atenderá inmediatamente con gran solicitud. A ninguno se le ocurre que la presencia física de alguien –que ha esperado lo suyo a ser atendido– debería tener absoluta prioridad sobre una mera voz que, de hecho, se está colando con impunidad. Es al revés: el cliente que se ha tomado la molestia de desplazarse hasta el lugar será siempre postergado en favor del comodón que llama desde su casa o su móvil para preguntar cualquier sandez.
Escena quinta. Es frecuente, asimismo, que los empleados sean bisoños o ineptos y requieran la ayuda de un compañero. Por lo general ese compañero al que se recurre es el que está atendiéndolo a uno, y si éste no basta, se reclama a un tercero. Yo me he encontrado con frecuencia privado del que por fin se ocupaba de mí mientras tres de ellos se volcaban en solucionar las vacilaciones del pelma de turno. Confieso que también en estas ocasiones he deseado estrangular con mis manos, al no soler portar armas, como he dicho.
Escena sexta. Uno asiste a la conferencia o charla de un escritor, por ejemplo, al que le interesa oír. Se encuentra con que junto a él hay sentadas otras tres personas, pese a que lo anunciado no era un coloquio ni una mesa redonda. Una de ellas está allí para presentar a las otras dos, las cuales están para presentarse la una a la otra y de paso al escritor. Lo más probable es que empiecen diciendo: “Fulanito de Tal no necesita presentación …” Mal asunto, porque a continuación, y en vista de eso, enumerarán desde la fecha de su nacimiento hasta su última publicación, cuanto puede leerse en una solapa de libro o en Internet. El principal presentador del escritor saca entonces unos folios y anuncia que va a leer “algo muy breve”. Pésimo asunto, porque es garantía de que será larguísimo y aburrido y de que consumirá buena parte del tiempo destinado a la intervención del conferenciante. A veces éste tiene que tomar un tren o un avión justo después, y lo advierte, pero eso no impedirá que ninguno de los presentadores de los presentadores renuncie a sus minutos de pequeña gloria microfónica. Reconozco que en más de una ocasión mi exasperación, y las miradas al amenazador reloj, me han llevado a largarme sin oírle abrir la boca a quien había ido a escuchar.
Escena séptima. También habrán comprobado cómo una de las cosas más sencillas y rápidas a la hora de comprar algo -pagar-, se ha convertido en la más enrevesada e inacabable, lo cual explica las
enormes colas ante cualquier caja registradora. Antes la gente sacaba unas monedas o unos billetes, los entregaba, recibía el cambio y se largaba sin más. Ahora la operación es complicadísima y eterna. La dependienta pasa el objeto adquirido varias veces por un hueco, para desmagnetizarlo y que no pite al salir; luego lo pasa por otro sitio para que su código de barras sea leído, por lo regular sin éxito, por lo que al final ha de teclear unos números extraños que antes debe consultar. Después le arranca trabajosamente etiquetas con un cúter. A continuación pregunta al cliente si tiene carnet del comercio en cuestión, o de socio preferente, o de puntos, o no sé qué de doble cero, y como todo el mundo tiene algo, pasa el plástico correspondiente para aplicar descuento o acumular lotería o lo que sea. El comprador saca entonces la visa, la empleada le pide el DNI, aquél no lo encuentra; cuando por fin da con él en el fondo del bolso, a menudo la tarjeta no funciona. "¿Tiene otra?", y vuelta a rebuscar. "A ver, pruebe con esta". Por fin la segunda es aceptada, y el cliente ha de desplazarse hasta una pantallita en la que debe firmar, pero la firma con frecuencia no se ve, así que a intentarlo de nuevo con pésimo bolígrafo. ¿Hemos terminado? En modo alguno. "Es para regalo", dice el comprador, y entonces se procede a envolver un escuálido CD con toda clase de lacitos y perifollos. No saben cuántas veces he dejado lo que llevaba en la mano al ver que me precedían tres o cuatro personas obligadas a pasar por este largo trance. Siempre pago en efectivo, eso que la gente ha olvidado y que en algunos países ya es hasta motivo de sospecha.
Escena octava. Si uno entra en una farmacia española, debe saber de antemano que se pasará media tarde allí. Es comprensible que alguien haga una consulta, del tipo "¿Qué me recomienda para el dolor lumbar?" Lo que ya no lo es tanto, y sin embargo sucede sin cesar, es que el comprador de cualquier medicamento explique al empleado por qué lo toma y lo necesita, cómo y cuándo se lo administra, lo que le dijo el médico al respecto, el efecto que le hace o no le hace y cómo su prima, que también lo probó, le tenía intolerancia. Si uno aguarda su turno en una farmacia, es raro que no se vea obligado a escuchar un par de disertaciones más bien deprimentes sobre eczemas, o antiastringentes, o antidiarreicos, o sobre los diversos y originales comportamientos de un cuerpo en perpetua observación. No sé cómo no hay más suicidios en el gremio de los farmacéuticos.

Escena novena. Cada vez hay más individuos con perros por las calles de las ciudades. Si digo "perros", es porque ya es menos raro el sujeto que lleva dos o tres que el que tira tan sólo de uno, como acaecía antaño por lo general. Estos dueños de perros, habrán observado, se gastan unas correas flexibles que les permiten darles a sus animales cuanta cuerda necesiten, de tal manera que, entre los muchos chuchos y las larguísimas correas, ocupan la acera entera y la convierten en una trampa mortal para los transeúntes sin bicho. Uno tropieza, se cae, con el consiguiente alboroto canino, o bien queda enredado y atrapado en una madeja que en pocos segundos lo hará sentirse como una momia vendada y quizá embalsamada.

Escena décima. Si a esto añadimos que en numerosas ciudades, pero sobre todo en Madrid, el Ayuntamiento llena las calles de malignos obstáculos (aquí un quiosco descomunal, allí unos chirimbolos, más allá mil bolardos, cinco contenedores de tamaño gigante, ochocientos andamios, vagones de cascotes, torrecillas del metro, pivotes, papeleras que nadie vacía y que rebosan porquería que cae a los suelos, máquinas de barrer que emiten un espantoso ruido y levantan más polvo del que recogen, mimos odiosos, bandas de pseudomariachis y de pésimos músicos de jazz, por no hablar una vez más de las zanjas, socavones y vallas de las infinitas obras), caminar por ellas supone jugarse la vida, o por lo menos las piernas.
Escena undécima. Tal vez por eso, y porque se ha perdido toda traza de cortesía y educación, ya casi nadie cede el paso ni tan siquiera se "estrecha" al cruzarse con alguien. La mayoría de la gente no se aparta ni desvía un ápice de su trayecto, como si los demás fueran invisibles, y lo normal es que, si no tiene uno la prudencia de hacerse a un lado, sea arrollado o reciba un topetón. No importan el sexo ni la edad de los peatones autómatas: lo mismo un joven con sus cascos de música que una señora gorda con su móvil al oído, nadie facilitará el paso simultáneo de dos caminantes, todos se limitarán a embestir.
Escena duodécima. También es cada vez más difícil adelantar a nadie. No se sabe por qué causa, una sola persona tiende a ocupar la acera entera, bien porque zigzaguea, bien porque se "ensancha" inverosímilmente, a lo cual contribuyen no poco las abultadas bolsas que todo el mundo porta. Si ya van dos o tres personas juntas, taparán la calle durante minutos como una barrera infranqueable.
Entre unas cosas y otras, yo suelo avanzar por la calzada, en permanente riesgo de ser atropellado por un coche y morir, lo más probable es que junto a un bolardo o a un perro que ladra. La verdad, no sé cuál preferiría que fuera mi última visión.

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